Uno de los mayores logros del imperio en la cultura
fue su capacidad para mantener cohesionados a una gran variedad de etnias que
habitaban Persia, mediante la inclusión de las tradiciones locales en la
cultura imperial. Este elemento fue el principal factor de la unidad imperial y
permitió a los persas desarrollar el poderío suficiente para expandir
enormemente las fronteras de su territorio. Ellos ya tenían sus propios dioses
iranios, como Mitra o Anahita. Los persas no idolatraban imágenes o estatuas
para sus dioses porque desconocían acerca de su forma o tamaño, y además
dudaban mucho que se pareciesen a los humanos, además la tolerancia
religiosa persa, hizo que con el tiempo muchos más dioses sean incorporados al
panteón. Así entonces divinidades asirias, babilónicas, egipcias, fenicias y
hasta la hebrea, fueran respetadas y en ocasiones reverenciadas.
ARTE
Hacia el siglo II aparecen las figuras plásticas:
estas, muy sensibles, muestran esfinges femeninas representantes de diversas
divinidades. Paralelo a estos objetos, también aparece el uso de metales preciosos,
elementos que representaría a la civilización de Persa. Esta cultura acompaña a la imagen del
estado: imperial, imponente y lujosa, que proclama la gloria del soberano. Esto
se refleja especialmente en la arquitectura, la cual se destaca por poseer
fuertes influencias de Egipto. Es así como todas las ciudades reales logran
tener su propio palacio, siendo el Palacio de Susa uno de los más
imponentes. La escultura, realzo la imponente arquitectura
con animales gloriosos alados, y enormes esculturas que vigilan como
centinelas los grandes palacios.
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